jueves, 16 de febrero de 2012

¡TRANSITO!




Se trata de Tránsito, una campesina "calentana" de gran belleza, nacida en el hato de paime, por los lados del Guamo. En la narración se la describe como "bastante limpia, ojos negros y vivarachos, andar desembarazado, como si toda fuese de goznes" (p.28)1 y más adelante se dice que es inteligente y tan segura de sí misma que lega a ser "imperante" (p.151). Poco después de la partida, bajo un sol ardiente del que difícilmente pueden protegerse los navegantes, Andrés escucha de boca de la joven la tragedia que ha vivido por culpa de las persecuciones de don Urbano, el propietario de las tierras donde ella habitaba: por negarse a sus propuestas, toda la familia es obligada a abandonar . . El padre, Fermín Atuesta, está en la cárcel; la madre, Ursula Perdomo, y las hermanas, Petrolina y Micalela, dispersas en varios buscan trabajo. Como a pesar de esto Urbano no desiste de sus propósito, Cirpiano Quimbayo y Juan Briñes, los bogas contratados por Andrés y familiares de Tránsito, le proponen llevarla hasta Girardot donde, según creen, estará segura. La narración acompaña el paso de las horas y el deslizarse de la balsa por el río. A veces callan y entonces admirran la belleza del paisaje; otras desvían la conversación y se refieren a las costumbres de los ribereños y a sus mitos: hablan, por ejemplo, del Mohan, descrito como "un indio cabezón, con las piernas cortas y con aletas de pez en las espaldas, muy moreno, con el pelo flechudo y caritriste" (p.58). Habita en los remansos y los bogas le temen. Hablan también del Pora, un indio brujo que vive en el cerro de Pacandé, quien habría enseñado a Bolívar la forma de sacar de la tierra a los chapetones (p.63). Andrés, para hacer gala de civilizado, se burla de tales creencias.
Pero admira la belleza de la joven. Su picardía, su carácter y presencia de ánimo lo van cautivando. En alguna pausa de la conversación intenta componer unos versos a sus «lindos pies» (p.50). Se da cuenta desde el primer momento, sin embargo, que entre él y ella no podrá existir ningún tipo de relación, pues pertenecen a castas diferentes. El tío le ha advertido sobre la necesidad de evitar esta clase de mujeres, por «peligrosas» (p.91). Comienzan los dilemas del joven: al contemplar a Tránsito, bella e inerme bajo el sol, siente crecer su deseo y se hace el propósito de ayudarla; pero al recordar las palabras del tío y la diferencia de castas que los separan, su buen propósito se desvanece. Le preocupa cada vez más que al llegar a Girardot le vean descender en compañía de la joven y decide entonces desembarcarla un poco antes de su destino, en el sitio de Peñalisa. Al final de la tarde, Tránsito observa cambios importantes en la corriente y le pide a Andrés que desembarque con ella antes de llegar a Girardot. Los afluentes que descienden de la cordillera vienen crecidos y la navegación pronto será peligrosa. Andrés piensa que se trata de una estratagema de la joven para seducirlo; la deja en la orilla y ordena continuar. Un turbión sorpresivo frente a Girardot les impide ganar el puerto. Briñes intenta amarrar la balsa a un árbol, la cuerda se rompe y la balsa continua con un solo boga. Cuando choca contra unas rocas, Quimbayo, experto nadador, sale a la orilla y Andrés, quien no sabe nadar, aferrado a un tronco queda al arbitrio de la corriente. Pierde toda esperanza y se prepara para morir ahogado. Pero Briñes ha encontrado una canoa y maniobrando ágilmente se le acerca y lo salva. En la ribera se hospedan en casa de unos campesinos; todos están de acuerdo que las burlas de Andrés desencadenaron la ira del Mohan.
En los siguientes diez capítulos la narración se dilata en escenas costumbristas: describe, al igual que casi todas las novelas de la época (desde Manuela, publicada 30 años antes), las fiestas de San Juan, con sus gallos, bailes, comidas, las formas del trato y demás elementos. Describe también las factorías tabacaleras de Ambalema, Espinal y Girardot y aparecen nuevos personajes, Amaya, Sarmiento y Cardona, que no alcanzan una caracterización convincente.
Tránsito se ha instalado en Girardot y ahora trabaja en la factoría del tío. Allí tienen los jóvenes oportunidad de tratarse con frecuencia. Tránsito no pierde ocasión de manifestarle al muchacho su cariño, pero éste la rehuye. En realidad Andrés sigue deseándola, pero no encuentra el valor para reconocerlo. La novela termina con la muerte de la muchacha: Urbano la encuentra en un baile, una huye y él dispara su arma. Aún en su lecho de muerte, Tránsito le declara su amor a Andrés, pero este la deja morir sin decirle una palabra de cariño. En la tradición literaria es usual que esta escena concluya con el matrimonio de los novios. En este caso él se resiste a casarse y ella no ve coronada su más alta aspiración.
El héroe queda, pues, dibujado como pusilánime, abrumado por prejuicios de clase y raza, inseguro frente a su propio futuro, el cual sólo concibe como derivación de los negocios de su tío, Lo que lo detiene para establecer una relación intima con Tránsito no es propiamente su formación moral, sino el temor de que lo sepan sus parientes. Representa cierto tipo de individuo en ascenso, insensible a las necesidades del pueblo, sin carácter y sin méritos y que, paradójicamente, está destinado a llegar a las posiciones más altas de la sociedad. Pero ésta no es la posición del autor sino mi interpretación. Para Silvestre, Andrés es un modelo de comportamiento, sobre todo si se compara con Urbano. Andrés es «el bueno» porque acepta las jerarquías y se abstiene de «tomar la virtud» de Tránsito, que tan generosamente se le ofrece.
La novela, a pesar de los defectos de estructura mencionados, es interesante porque muestra el sistema rígido de clases que se vivía en el país por aquel entonces, acomodado a los intereses del poder patriarcal. Se trata de una vieja herencia española que se remonta a la Edad Media, según la cual un joven no puede aspirar a unirse legalmente con una muchacha inferior. Si puede hacerlo de manera irregular. pero a condición de que «no se sepa». Con esto se le cierra las mujeres la posibilidad de ascender socialmente por vía matrimonial. En cambio, un muchacho de cuna humilde, en ciertas circunstancias, podía ascender casándose con una mujer de mayor rango, caso frecuente en las novelas época2. Vale la pena resaltar, además, que la cuna humilde se definia por la pobreza, la raza (no ser blanco puro) y, en muchos casos, por ser oriundo de la provincia. Esta posición prepotente de los capitalinos es ambigua, porque ellos mismo estaban listos a agachar la cabeza frente a los extranjeros sobre todo si provenían de Europa, situación que también aparece en la novela de Silvestre. Ahi se presenta con caracteres superlativos a un inglés negociante de tabaco, un caballero de «noble y benévola fisonomía», quien «siempre conservaba la distinción de sus modales, su afabilidad exquisita y los rasgos nobles» 

LUIS SEGUNDO DE SILVESTRE

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